David contra Goliat: El sorprendente mundo de los virófagos

Publicado por Abubaker Chaib en

El subgénero de películas y series de “zombies” siempre ha tenido cabida en la cultura popular debido a que arremete contra uno de nuestros mayores miedos: nosotros mismos. ¿Qué pensarías si te dijese que los virus no sólo conocen también este miedo, sino que para ellos es una realidad? Prepárate para leer este interesantísimo artículo sobre los virófagos, los virus devoradores de virus. 

Nos remontamos a 2008, tan solo 5 años después de que se descubriera el primer virus gigante (al que también le podremos dedicar otro artículo), donde por casualidad, los investigadores encontraron en una torre de refrigeración de agua en París el primero de estos virus devoradores de virus, apodado Sputnik. Se observó que este virus Sputnik infectaba a un virus gigante del grupo de los Mimivirus, que a su vez infecta amebas1; como si de una muñeca matrioska de la infección se tratase:

Diagrama, Forma, Círculo

Descripción generada automáticamente

El curioso nombre se debe a que, inicialmente, se creyó que el virófago era un virus satélite (virus que necesitan de la coinfección de otros virus para replicarse) del Mimivirus. Sin embargo, su mecanismo de replicación indicaba que no es un virus satélite, sino un parásito genuino con un mecanismo similar a los bacteriófagos (virus que infectan bacterias), solo que en este caso infectaban virus, de ahí a ser llamados virófagos.

El primer hallazgo que dejó asombrados a los científicos fue descubrir cómo el virófago Sputnik no tiene la capacidad de replicarse por sí mismo en las amebas, sino que necesita de la presencia del Mimivirus. Esto ocurre en las factorías virales del Mimivirus (Fig. 1), las cuales se forman en determinadas regiones de la ameba infectada y contienen gran cantidad de partículas virales inmaduras. Aquí es donde ataca el virófago, parasitando y aprovechándose de la replicación que ocurre en las factorías, lo cual interfiere en gran medida en la infectividad del Mimivirus, ya que ocasiona la formación de viriones malformados y defectuosos (Fig. 2), detalle el cual alertó a los investigadores de que algo extraño estaba ocurriendo en la infección.

Fig. 1: Factorías virales del Mimivirus (MVF) donde se aprecian aglomeraciones de partículas Sputnik; Fig. 2: Malformaciones en la morfología del Mimivirus, como acumulación de membrana en un lado; Fig. 3: Virófago Sputnik dentro de cápsida del Mimivirus;.1

Entonces… ¿Qué será del pobre y honrado Mimivirus, cuyos esfuerzos por aprovecharse de la maquinaria celular de la ameba quedaron aplastados por el infame virófago Sputnik? Pues obviamente no se quedaría de brazos cruzados, ya que estudiando una forma de Mimivirus, se demostró que cuando éste se multiplicaba solo en la ameba, perdía el 20% de sus genes y la capacidad de crear fibrillas, las cuales son esenciales para la entrada del virófago, esto se puede considerar como una forma de resistencia al virófago el cual es incapaz de infectarle2

El descubrimiento de los virófagos ha supuesto una nueva vía de estudio de los virus gigantes, como la explicación del origen de los grandes transposones, la participación de los virófagos en el control de algas en la Antártida y de sus parásitos virales, su función en el control de virus gigantes, la co-evolución de los virófagos, virus gigantes y sus hospedadores o su función como mediadores en la transferencia lateral de genes entre virus gigantes. 

Aunque algo realmente destacable es que, tras el descubrimiento del Sputnik y docenas de otros virófagos parásitos de virus gigantes, se ha abierto hasta nuestros días un caluroso debate sobre su importancia y origen evolutivo, ya que algunos científicos los siguen considerando virus satélite debido a su enorme semejanza con estos, mientras que otras teorías apuntan a que los virófagos provienen de sistemas de defensa antivirales. 

Sea como sea, el mundo de los virófagos nos ha aportado muchísima información en apenas 15 años desde su descubrimiento, sin duda aún tenemos mucho que aprender sobre su origen y evolución y, como biotecnólogos, sacarle el máximo partido posible a estos pequeños pero matones seres.  

Bibliografía

1 La Scola, B., Desnues, C., Pagnier, I. et al. The virophage as a unique parasite of the giant mimivirus. Nature 455, 100–104 (2008). https://doi.org/10.1038/nature07218 

2 Boyer, M., Azza, S., Barrassi, L., Klose, T., Campocasso, A., Pagnier, I., Fournous, G., Borg, A., Robert, C., Zhang, X., Desnues, C., Henrissat, B., Rossmann, M. G., La Scola, B., & Raoult, D. (2011). Mimivirus shows dramatic genome reduction after intraamoebal culture. Proceedings of the National Academy of Sciences of the United States of America, 108(25), 10296–10301. https://doi.org/10.1073/pnas.1101118108 

Raoult D. (2015). How the virophage compels the need to readdress the classification of microbes. Virology, 477, 119–124. https://doi.org/10.1016/j.virol.2014.11.014 

Cantón, J. (2022, 2 febrero). Virófagos: cuando los virus parasitan a otros virus. EDUCAINA. https://educaina.com/virofagos-virus-parasitan-otros-virus/ Lectura recomendada para ampliar información sobre virófagos: Mougari, S., Sahmi-Bounsiar, D., Levasseur, A., Colson, P., & La Scola, B. (2019). Virophages of Giant Viruses: An Update at Eleven. Viruses, 11(8), 733. https://doi.org/10.3390/v11080733


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